domingo, 8 de diciembre de 2013

En reversa

El otro día se me ocurrió ordenar mi cuarto y encontré mi cajita de recuerdos. Capaz más que de recuerdos, es una especie de caja de pandora: nadie sabe con lo que me puedo encontrar adentro. Cartas, cosas, accesorios, mensajitos, fotos, todo se refiere a una diferente parte de mi vida que consideré lo suficientemente importante para guardar y nunca olvidar.
Aunque es bastante contradictorio guardarlas; conservar algo que me ayude a recordarlas es admitir que las puedo olvidar. Y eso seguro es cierto.
Encuentro la primera carta de mi primer noviecito de primaria. Cortamos a la semana y todavía nos "amábamos".
Buscando más abajo hay una carta de mi abuela. Dice que había cumplido tres años, y "ya estaba grande". Encuentro un poema que escribí referido a la primavera del 2003.
Encuentro una tarjeta de Neverland y una guía de piano, y me arrepiento de no haber seguido estudiando.
Más abajo está una foto de mi papá y yo. Y es ahí cuando ya empiezo a extrañar el estar con él sin pelearnos constantemente.
Me acordé de lo inocente y pura que solía ser. De lo hermosa que es la niñez.
Me di cuenta que nunca tuve que haber crecido tanto. Nunca tuve que haber visto la vida en la realidad tan dura y fuerte que realmente es. Nunca tuve que haber aprendido demasiado.
Aprendí cómo la gente no sabe querer ni amar. Porque hoy en día el amor es cosa de una noche, o de una cama. Desvalorizamos tanto a las personas que las tratamos de objetos, de cosas con las cuales jugar y usar.
Aprendí sobre la indiferencia. Sobre cómo al otro no le importa en absoluto si nos hiere o nos tira abajo.
Aprendí cómo todos nos destruimos entre nosotros, cómo la envidia y los celos nos rodean y nos hacen desear el mal.
Aprendí sobre la desigualdad, cómo uno siempre está por arriba del otro, todos valen más o menos.
Maduré, me contaminé, y aprendí de mentiras, sufrimientos, enfermedades, guerras, dolor y muerte.
Aprendí cómo el dinero maneja nuestras vidas. Cómo ya no importa el sentir, sino el conseguir, y cada vez más, sin importarnos las consecuencias.
Soy sincera, y me gustaría volver a esos tiempos en donde no sabía tanto. En donde mis únicas preocupaciones eran no hacerme pis encima o ser la primera en subirme a la calesita.
Me gustaría no haber aprendido tantas cosas sobre el mundo, y daría lo que sea por volver el tiempo atrás y hacer que nunca nadie hubiese aprendido.

Así, a pesar de ser intelectualmente inferiores, hubiéramos sido más felices.

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