viernes, 5 de septiembre de 2014

Hamlet

Le decían el príncipe de la duda. El de la vacilación. El que nunca supo decidir entre un sí o un no. El típico "ser o no ser" que se vive preguntando a sí mismo, qué elección tomar.
Porque en esta vida todo depende de las elecciones que tengas, del camino que elijas. 
Y así me pasa con la mayoría de las cosas que hago en mi vida. Porque al principio me encantaron, me hicieron feliz y era lo mejor que me podía haber pasado. Pero a medida que pasa el tiempo se deterioró el entusiasmo, las ganas y todos los ideales e iniciativas. Capaz de tanto insistir, tanto que te guste y que ames algo, te termina cansando en algún momento. Y no solamente de tanto ponerle ganas, sino que a pesar del esfuerzo nada cambia, seguís estando en el primer escalón de una escalera que parece cada vez más alta.
Qué horrible dar todo y que nunca alcance, nunca sea suficiente.
Pero aunque te hartó seguís. Por qué? Porque sabés que por más cansado que te tenga, lo amás, y es parte tuya, y sabés que te vas a arrepentir.
Te importa eso ahora?
Termina siendo una propia decisión, si parar aunque sabés que te estás equivocando o seguir, pero con la incógnita de nunca saber si va a dar frutos.
Un consejo? Nunca te quedes con la duda. Sacá tu curiosidad. Lo que más importa es que vos te sientas bien con tus decisiones, y la mejor justificación para una acción, para responder por qué hacés tal cosa, siempre va a ser "porque me hace feliz".

Ahora entiendo a los que hicieron cosas de las que sabían que se iban a arrepentir pero igual las hicieron. Simplemente porque llega un punto en el que te da lo mismo seguir que dejar.

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